¿Qué sería de un verano sin vestidos blancos?

Yo me arriesgo a decir que los vestidos blancos son un básico de temporada y un clásico, los encontramos en un montón de estilos y es fácil acumular en el armario más de uno a lo largo de un mismo verano. El lino es el rey de los tejidos y los bordados el complemento perfecto para ellos. Este año no pueden faltar las gasas, los plisados y el tail hem que los vemos presentes en todas las tiendas.

Estos dos vestidos, el primero de ellos es muy bonito y se caracteriza por su escote halter, pero hay que tener cuidado con los complementos porque corremos el riesgo de echarnos años encima. El segundo de ellos está elaborado a base de gasa, encaje y bordados, la especie de canesú le proporciona un aire aniñado y las puntillas en los extremos lo sofistican. Ambos son perfectos para ocasiones formales y adaptables a distintos estilos mediante los complementos.

Aquí tenemos el tail-hem por el que la línea joven ha apostado fuerte. Este formato de vestido lo hemos visto en color salmón, en menta y ahora lo han lanzado en blanco. El segundo es un tipo de vestido muy distinto, una estética más formal y elaborado con un tejido más rígido que aporta empaque.

Al igual que el clásico 'Little black dress', el vestido blanco se ha convertido en un auténtico 'must del verano, indispensable en tu fondo de armario.

Con sandalias romanas, tacones de colores o cuñas de esparto, resulta la prenda perfecta para presumir de bronceado, y con la que conseguir un look fresco y atractivo, ideal para los meses más calurosos del año.

Al ser un color neutro, es combinable con cualquier tono y accesorio, por eso, lo mejor es optar por colores como el beige o el camel si buscas un estilismo natural, o probar con tonos flúor si buscas algo más original.